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Naju, Our Lady of Naju-Messages and signs from heaven

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Libro: Los Mensajes de Nuestra Señora de Naju - Recopilado…

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작성자 najumaria
댓글 0건 조회 2,729회 작성일 12-11-15 23:23

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<?xml:namespace prefix = st1 ns = "urn:schemas-microsoft-com:office:smarttags" />LA IGLESIA Y LAS REVELACIONES RECIENTES


 


                                               Por Fr. Robert J. Billete, C.M.F     


 


 


A través de toda la Sagrada Historia    vemos la intervención de nuestro amoroso Dios y Creador quien trata de mantenernos por el derecho y angosto camino al Cielo, y nos llama de regreso cuando nos desviamos del camino.


A través de personas especiales a quienes Él ha elegido, como Abraham, Moisés y los Profetas, Dios nos ha estado revelando Su verdad y confirmándola con signos milagrosos. Pero a través de toda la Sagrada Historia, codo a codo con los verdaderos emisarios de Dios, encontramos a los auto elegidos falsos profetas. El discernimiento entre la revelación verdadera y la revelación falsa, entre los signos verdaderos y los signos falsos, entre los Profetas verdaderos y los falsos, siempre ha sido difícil.  Pero Dios siempre ha ayudado a Su Gente Elegida  del Antiguo Testamento y del Nuevo Testamento en Su Iglesia para poder discernir si los espíritus son buenos o malos, verdaderos o falsos.


 


Por un decreto aprobado por el Papa Pablo VI el 14 de Octubre de 1966, la diseminación de información sobre las nuevas revelaciones, apariciones y milagros se ha permitido sin la aprobación previa de la Iglesia, siempre que la información no contenga nada contrario a las enseñanzas de la Iglesia.  La Iglesia siempre se reserva la decisión final con respecto a la verdad o falsedad de cualquier revelación.  En estos tiempos parece haber una explosión de información con respecto a  los fenómenos supuestamente sobrenaturales.  Existen dos lados para este desarrollo.


 


El lado positivo


 


Por un lado, muchas personas parecen haberse beneficiado espiritualmente con esta información. Tomar conciencia de los mensajes y signos celestiales pueden ser un fresco estímulo y un poderoso incentivo para que las personas profundicen su fe en Dios y reformen sus vidas.


 


Esto es lo que les sucedió en los antiguos tiempos a las personas de Nineveth, que se arrepintieron de sus pecados gracias a las plegarias del profeta Jonah y así anularon el amenazante castigo de Dios.


 


Esto es lo que sucedió en el tiempo de Jesús que vino a redimirnos. Hay un montón de revelaciones y signos sobrenaturales que atestiguan la verdad de Su misión y los mensajes evangélicos. Muchas personas le prestaron atención a las revelaciones y signos, y creyeron en Jesús y cambiaron sus vidas.  La Bendita Virgen María creyó en la revelación del Ángel Gabriel con respecto a la Encarnación del Hijo de Dios, y generosamente aceptó todo lo que esto le ocasionara. San José aceptó las revelaciones del Ángel con respecto al origen divino de Jesús y también la huida hacia Egipto.  Los Pastores creyeron en la revelación de los Ángeles con respecto al nacimiento de Jesucristo. Los Sabios Hombres aceptaron el signo supernatural que los condujo a Belén para adorar a Jesús.  La fe de los Apóstoles en Jesús fue confirmada por el milagro de Jesús en Cana.  Jesús mismo apeló a Sus trabajos milagrosos como prueba de la verdad de Sus palabras Divinas.


 


Y este estímulo de revelaciones y milagros ha continuado a través de toda la Era Cristiana. 


Esto es lo que ocurrió en Guadalupe en 1531, cuando las personas aceptaron la milagrosa imagen de Nuestra Señora en el manto de San Diego como un signo de Dios y ellos desecharon la idolatría y adoptaron la fe católica. Esto  también es lo que  sucede cuando las personas leen las vidas de los Santos, muchos de los cuales han sido bendecidos con apariciones de Nuestro Señor o Nuestra Señora, con sanaciones milagrosas, con estigmas y otros fenómenos sobrenaturales.  Con el conocimiento de tales eventos en las vidas de los Santos y sus ejemplos de profundo amor por Dios y sus semejantes y por sus abnegaciones y sacrificios, a menudo las personas mueven sus vidas al arrepentimiento, la conversión, la rectificación y la santificación.


 


 


El lado negativo                                                                                                                                                                    


Por otro lado, la proliferación de información sobre las nuevas revelaciones ha dado como resultado confusiones y no han llevado a dos extremos.


 


(a)    En un extremo, están las personas que niegan todas las revelaciones reportadas. De éstos, algunos no aceptan las revelaciones hasta que sean oficialmente aprobadas por la Iglesia. Por supuesto que es recomendable que las personas sigan a la Iglesia. La Iglesia le permite a las personas aceptar revelaciones siempre y cuando no sean contrarias a sus enseñanzas, pero siempre con la condición que las personas  acepten la decisión final de la Iglesia.  La Iglesia es siempre lenta y precavida en el caso de las revelaciones privadas, porque nosotros ya poseemos en el depósito de nuestra fe todo lo necesario para nuestra salvación.


(b)   En el otro extremo, están las personas que tienden a aceptar todo y cualquier cosa que tenga que ver con revelaciones y apariciones.  Donde existe tanta falta de discriminación y discernimiento, las personas corren el riesgo de pasar por sobre la Iglesia y su Magisterio.  Con el decreto de 1966 el Papa no renunció a la autoridad de la Iglesia. Aunque sí es cierto que la decisión final sobre la veracidad o falsedad de las revelaciones permanece en  el privilegio de la Iglesia, la cual ha sido delegada por el mismo Jesucristo. Tal como lo advirtió San Pablo: si alguien ofreciese un evangelio o una revelación diferente a aquella que le fuera dada a los Apóstoles y a la Iglesia,  debería ser rechazado.


 


 


Guía para la Iglesia


 


La Iglesia utiliza cierto criterio y principios para discernir la veracidad y autenticidad de las revelaciones, apariciones y fenómenos sobrenaturales.  Se les aconseja a las personas tener en mente estos principios con respecto al discernimiento de casos supuestamente sobrenaturales.


 


(1)   Con respecto a la persona o las personas directamente involucradas en los fenómenos supuestamente sobrenaturales, no debe haber nada que cuestione la veracidad del fenómeno.  Por ejemplo: ¿está la persona en su sano juicio y posee buen discernimiento? ¿Hay en la historia de la persona algún desorden mental o psicológico? ¿Esta persona está buscando llamar la atención o quiere aparecer importante o especial? ¿Está esta persona siendo manipulada por otros?¿Está buscando ganancias materiales o de otro tipo?¿Esta persona ha mejorado espiritualmente debido al fenómeno ( con más fe, humildad, etc)?


 


 


(2)   El contenido de la supuesta revelación o aparición no debe contener nada que contradiga las enseñanzas oficiales de la Iglesia.  Cualquier cosa que sea claramente contraria a las enseñanzas de la Iglesia no es de origen divino. Jesús ha prometido estar con la Iglesia hasta el fin del mundo y le ha dado el Espíritu Santo para enseñarle y guiarla en la verdad. Sin embargo la simple ausencia de conflicto con la propia Iglesia no es garantía de la veracidad de una revelación.


 


Tenemos derecho a esperar que cualquier revelación verdadera de Dios tenga una resonancia hermosa con las enseñanzas oficiales de la Iglesia y que ésta las haga brillar esplendorosamente.  Por ejemplo, las revelaciones de la Hermana Catherine Labourne en París en 1830 y la de Bernadette Soubirous en Lourdes en 1858 resonaron hermosa y claramente con las enseñanzas de la Iglesia de Nuestra Inmaculada Concepción de la Virgen. Los mensajes en Fátima nos han hecho tomar conciencia de las ya existentes enseñanzas de la Iglesia de que necesitamos orar por todos y ofrecer reparaciones por nuestros pecados y los pecados de los demás.


 


También tenemos el derecho a esperar que cualquier revelación verdadera de Dios esté en armonía con las revelaciones anteriores que ya han sido aprobadas.


 


 


 


(3)   Las revelaciones y apariciones verdaderas de Dios usualmente están acompañadas por signos sobrenaturales los cuales pueden ser autenticados.  Tales signos podrían ser sanaciones milagrosas, los estigmas y los fenómenos relacionados con el éxtasis, los milagros Eucarísticos, etc.  Estos signos deben ser legitimizados por las autoridades religiosas correspondientes después de utilizar la ayuda de pericias científicas competentes.. La Iglesia se quiere asegurar que para estos signos no existen explicaciones puramente naturales y que no existe la posibilidad de ninguna intervención diabólica. También debe asegurarse de que no hay fraude o trucos.


 


 


(4)   El fruto que viene directamente como resultado de la aparición o revelación debe ser un fruto espiritual sólido digno de Dios. Entre estos frutos podríamos esperar: arrepentimiento por los pecados, conversión y enmienda de vida, mayor amor por Dios y los semejantes, mayor fe, humildad, obediencia a las autoridades de la Iglesia, paciencia, resignación a la voluntad de Dios, hacer más y mejor uso de los Sacramentos, especialmente la Reconciliación ( Confesión y la Sagrada Eucaristía) y mayor concurrencia a Misa.


 


Por el mismo motivo, cuando los frutos de una aparición o revelación son tales que conducen a las personas fuera del camino, se debe a que es una mala reflexión de la fuente. Por ejemplo, algunos frutos podrían ser: orgullo, odio y desprecio a otros, desobediencia a la Iglesia, contradicción a las enseñanzas de la Iglesia, desatención a los Sacramentos, el establecimiento de apariciones o visiones o revelaciones opuestas a la Iglesia o en lugar de la Iglesia, causando divisiones celosas o maliciosas en la Iglesia.  Todas estas cosas no hablan bien de tal aparición si provienen de allí.


 


Algunos puntos finales


 


Cuando estamos discerniendo sobre las cosas de Dios siempre necesitamos humildad. También necesitamos orar, pidiéndole a Dios la iluminación para conocer Su Verdad y la gracia para hacer Su Voluntad. Desde que Dios nos ha entregado la guía de Su Cuerpo Místico, la Iglesia, nosotros deberíamos confiar en la Iglesia para conocer la verdad, y amar a la Iglesia (como lo hizo el mismo Jesús y todos los Santos), para ayudarnos a vivir la verdad en la santidad.

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